Sin fuerzas...

Noche de luna nueva...su maldición. En momentos como éste, cuando notaba como las fuerzas le desaparecían dejándola incluso más indefensa que una simple humana, odiaba a todos.

Odiaba a los vampiros, por atacar a sus padres, y provocar áquella pelea.

Odiaba a los cazadores, por no haberlos protegido, y por haberla castigado de esta forma.

Y se odiaba a sí misma, por cobarde. Por tener que dirigirse hacia una playa para evitar encontrarse con vampiros.
No es que ellos no fuesen nunca, pero la proximidad del agua les asustaba, y no solían aparecer por allí.

Suspiró y se recostó en la arena, vestida con un largo vestido de cuello alto que tapaba las señales de la pelea de la noche anterior, que, sumadas a la maldición, hacian que le doliese todo de una forma atroz.

"Estas cosas solo me pasan a mí" - pensó al reconocer la voz del cazador del Blacken City. - No creo que sea de su incumbecia, monsieur, pero ya que insiste, deseaba descansar, y lamento decirle que estropea sumamente mi perspectiva de una noche tranquila. - Le dijo, arisca. Solía usar palabras en francés, pues nacio en Francia, aún así, normalmente ´podía disimular el acento.

¿Amigos? Quizá si cierto vampiro no formase parte de esa lista también... - Fingió pensar. - No, creo que tampoco.

Le miró. Solo esperaba que él no buscase una lucha, ella no podía ni intentarlo esa noche.

- Y, bueno, ¿por qué me seguiste?

No te pedí ayuda. - Contestó, sentándose. - Sólo creí que deberías haber informado al resto de cazadores, digamos que yo tengo suerte de seguir con vida. ¿De qué deseas hablar?

Debes ser el único - comentó. La historia de como ella había interferido para salvar a sus padres, sin conseguir nada se había propagado. No sabían lo de la maldición, pero que había desobedecido claras órdenes era de conocimiento público.

Miró el anillo. - Gracias, otro día será. - Suspiró como dándose por vencida.- ¿No piensas irte verdad? Mi nombre es Evangeline, Raintreé.

No retira la mano, eso era normal en su época. - Y, ¿a tí que te importa? - Contestó malhumorada. - Simplemente lo soy, nací siéndolo. Además, esos asquerosos vampiros muerden a personas ¿sabes? Es un buen motivo para matarlos.

Muchas veces se había hecho esa pregunta, y ante la falta de respuestas se había dejado llevar por su fe y por las atrocidades que los vampiros realizaban.

¿Qué no somos tan diferentes? Tú no sabes nada de mí. Y yo no estoy en esto por venganza, si no por vocación. - Mentira, mentira y gorda. Ella estaba ahí porque no sabía hacer otra cosa, porque no era buena para nada más y sobre todo, porque planeaba cargarse al hijo de puta que mató a sus padres, y cobrarse su maldición de quién mandó hacerla. -
¿Por qué me cuentas ésto? Yo no te he preguntado, y no sé por qué podría beneficiarme conocer tu historia.

Apretó los dientes - Más de lo que quiero deshacerme de tí, y ya es decir. - Le miró, interesada. - Dijiste que podías vencerle, está bien, ¿cómo? - Preguntó - No puede ser simple habilidad porque en eso el te aventajará sin remedio, ¿qué es entonces? ¿cuál es el truco que puede con el hijo de Alucard?

Le miró. - En una situación normal rechazaría tu ayuda, pero quizá me convenga. Aún así, si es tu amigo, ¿por qué me ayudarías a vencerle? - preguntó, desconfiada. - No puedo confiar en que no le contarás esta conversación, advirtiéndole.

Aceptaré toda la información que puedas proporcionarme. Yo tampoco quiero morir a causa de él. - Aunque realmente, ¿la mataría? - Pero no confío en tí, y tampoco recibirás nada a cambio. El agrado no es mutuo.

Sabes, un regalo compromete a la persona que lo acepta. - Le dijo y se quito el collar, dejándolo de nuevo en la arena. - No, no voy a entrenar contigo, te dije que aceptaría información, pero ya tengo un maestro y mi compromiso es con él.

Lo meditó, mirándole escéptica. - Vamos, empieza a largar información, no me hagas pensar que ésto es una pérdida de tiempo. - Le dijo, brucamente.

Se quedó sorprendida por el giro que había dado la noche. No importaba, no haría caso de Saint Clair, le odiaba sin necesidad de conocerlo.


Se paró, arreglándose el vestido y se marchó de allí, de repente el mar no parecía un lugar tan seguro.


[Escena finalizada]